En el debate actual hay una manifestación humana que está en el ranking de los temas preferidos y ese tema es la cultura.
En referencia a la vida cultural el pensamiento no descansa desde que se transformó el planeta por la revolución de las comunicaciones. Si bien siempre la cultura a ocupado un lugar privilegiado en el estudio de las ciencias humanas, nunca ha tenido tanto lugar como ahora. Lo cultural como ese universo de valores, ideas, normas, pautas, modas, prácticas sociales, usos, costumbres, lenguaje, etc, ha saltado al primer lugar de todos los análisis.
En economía, ya desde hace varias décadas, se habla de la cultura como condicionante principal del desarrollo, más que los recursos naturales, la tecnología o los procesos productivos. De igual modo la cultura aparece como llave de bóveda para explicar la crisis democrática, la participación, el compromiso político o la aptitud de la clase política para resolver problemas. Así, ocurre en todas las esferas vitales, la cultura aparece como el lugar relevante para comprender la causa de las cosas, cultura del consumidor, cultura empresarial, cultura de responsabilidad social, cultura artística, cultura política, etc… En rigor aunque importante, a la vez no hay nada menos comprendido que el fenómeno cultural. Si bien, todos intuitivamente cuando se habla de cultura imaginamos –correctamente- música, comidas, trajes, prácticas religiosas, poesía, libros, imágenes, videos, muebles, en fin, múltiples elementos tangibles o físicos e intangibles, puros conceptos, como ideas abstractas, el fenómeno de lo cultural se nos aparece como identitario, como identificación, como algo definible e identificable. Pero, por el contrario, hoy lo cultural es fluido, es signo, es símbolo, es imaginaría.
El estímulo incesante de las herramientas de comunicación, resultado del avance tecnológico y científico, pone en manos de las sociedades, medios que hacen despegar infinitas formas de sensaciones, creencias, ideas, sentimientos, emociones, vivencias, recuerdos, estéticas, estilos de vida, entre otros formas, permitiendo que se amplifiquen, repliquen, difundan, divulguen, expandan, o simplemente se liberen de reductos delimitados, íntimos, reservados al hogar, para ingresar en ámbitos ampliados, distantes, diversos, múltiples, antes impensados. Todo se expone, se muestra, se exhibe, sale a la superficie: símbolos, imágenes, figuras, narraciones, diseños, formas, todo está ahí, a nuestro alcance, superpuesto, yuxtapuesto, contrapuesto, resumido, empacado, cortado y pegado, mixturado, en la música, las letras, estilos, imágenes, prácticas y vivencias. El famoso collage que como técnica escolar se usaba para unir elementos distintos se convierte en el modo cultural de nuestro tiempo. Hay collage de formas de vida, de formas del ser y de vivir.
El collage da pie a lo Deleuze denominaba agenciamientos. Los sistemas sociales agencian lo variado, lo que está en proceso, lo que está siendo, lo que estaba oculto, lo que aparece, lo parcial, lo que está a medias, también lo terminado, lo acabado, lo que fue, lo que no está y está viniendo, todo, está fluído en la agitada realidad cultural. Collages que configuran partes, todos de partes y partes del todo. La política no está sustraída a este proceso, para maquillarla concurren los consultores, gurúes, marketeros, mercadologos, y prestidigistadores, de lo más variados, mientras el pueblo busca deseoso, ver más allá de ese rostro discepoliano.