El gobierno de Mauricio Macri se negó a hablar de golpe de Estado en Bolivia y no condenó los hechos de violencia política que llevaron a la salida del presidente Evo Morales.
Faurie fue la voz oficial y eludió de todas las formas posibles hablar de un derrocamiento. «Las Fuerzas Armadas se declararon prescindentes, pidieron una solución a la política y eso fue lo que ocurrió», fue la explicación de Faurie. El gobierno nacional hizo eje en las irregularidades en la elección que destacó la OEA y, a través de un comunicado de la Cancillería, se limitó a hacer «un llamado a todos los actores políticos y sociales bolivianos para preservar la paz social y el diálogo, enfatizando importancia de encaminar este periodo de transición que se ha abierto por las vías institucionales».
Macri tuvo siempre una relación distante con Evo Morales y ya demostró, en medio de la crisis en Chile de su aliado Sebastián Piñera, que no está dispuesto a condenar violaciones a los derechos humanos por fuera de las fronteras de Venezuela. Este diario le preguntó a un hombre del PRO que talló en la política exterior de Macri desde sus comienzos cuál era la mirada del presidente sobre Bolivia y respondió: «Estamos teniendo problemas profundos en la región». Nada más.