1 de abril de 2023

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“El Devenir de la Independencia Nacional”

Por: Lic. Prof. Fernando A. Ocampo Bravo

De lo general a lo particular, lo que uno tiene que saber de nuestra historia
independentista. Antes de las Guerras de Independencia
La parte norteña del Cono Sur (el norte de Chile, norte de Argentina, Paraguay) estaba en
el ámbito del Imperio Inca, y cayó bajo el control español en el siglo XVI más o menos de la
misma forma que Perú y Bolivia. Pero las partes más sureñas del continente estaban más
remotas, menos ricas en oro y plata, y tenían un terreno más difícil, entonces lógicamente
los españoles tardaron más tiempo en extender su control hasta allí. Las tribus indígenas
del sur de Chile, los araucanos y mapuches, fueron particularmente resistentes a la
conquista.
Pero ya para el siglo XVIII los sistemas coloniales estaban arraigados e incluso estancados
en cuanto a su burocracia extensa y lenta, y en cuanto a su sesgo hacia el beneficio
español a expensas de los intereses americanos. Las unidades de administración más
grandes en la época colonial eran los Virreinatos (el Virreinato del Río de la Plata incluía
Argentina, Uruguay, Paraguay, parte de lo que hoy es Bolivia, además de parte del sur de
lo que hoy es Chile), y las Capitanías Generales (la Capitanía General de Chile incluía
solamente la parte de su costa pacífica, porque lo que hoy es el norte de Chile era en
aquel entonces parte del Virreinato de Perú). Dentro de esas unidades, la geografía física y
la ubicación de asentamientos dictaba la organización de provincias regionales o
intendencias, por ejemplo Asunción era la capital de una intendencia colonial. Y así es que
cada región iba desarrollando un sentido propio de identidad incluso antes de
independizarse de España.
Ya para finales del siglo XVIII, la corona española se preocupaba mucho por el tráfico ilícito
(sin pago de impuestos y sin ganancia ninguna para España) que los rioplatenses
mantenían con representantes de países rivales, y España intentaba proteger sus intereses
coloniales contra el poder creciente de Inglaterra, en particular. Buenos Aires, por su
parte, era uno de los centros comerciales del continente, y resentía duramente los
controles coloniales que la corona española intentaba imponer. Al mismo tiempo llegaron
a Sudamérica las ideas de la Ilustración sobre la libertad y sobre la administración racional
y equitativa de los bienes comunes (ideas que contradecían los sistemas coloniales, que
fueron construidos a base de privilegiar a los colonizadores).
La chispaque incendió los fuegos de la independencia en el sur de Sudamérica (como lo
hizo en el norte y en México) fue la ocupación napoleónica de España en 1808. Hubo
juntas patrióticas en la Península que resistían la ocupación francesa, y similarmente en
las Américas se organizaron juntas patrióticas. Al principio (1810) la Primera Junta de
Buenos Aires decía que estaba a favor de devolver el trono español a Fernando VII de
Borbón, pero pronto los eventos y los líderes argentinos giraron en la dirección de
favorecer la independencia. Y cuando Fernando VII volvió al trono español en 1814 y
comenzó sus intentos de restablecer su control sobre las colonias americanas, ya era
demasiado tarde y comenzaron abiertamente las Guerras de la Independencia.
José de San Martín
José de San Martín había nacido en la Argentina, pero se mudó con su familia a España
cuando todavía era un niño, y allí hizo sus estudios y comenzó su carrera en las fuerzas
militares españolas, desde la posición de cadete a la edad de once años. Luchó en varias
campañas españolas, subiendo con el tiempo al rango de teniente coronel; luego sirvió en
la lucha contra la ocupación francesa, pero en 1812 se puso en contacto con la Primera
Junta de Buenos Aires, ofreciéndoles sus talentos formidables como líder militar, y volvió a
su país natal.
Las Guerras de Independencia
Cuando San Martín llegó a Argentina, los patriotas ya llevaban varios años luchando
contra las tropas realistas, las cuales controlaban partes importantes del Alto Perú (hoy
Bolivia) y también Montevideo. La batalla de Tucumán en 1814 terminó el peligro realista
desde el norte, y varias acciones terrestres y navales luego echaron a los realistas de
Uruguay. San Martín aceptó ser gobernador de la provincia argentina de Cuyo y desde allí
comenzó organizando una expedición para liberar Chile; su meta eventual era echar a los
realistas del Perú, pero aprendió por las derrotas de los años 1810-1814 que no tendría
éxito al intentar conquistar Perú por camino de Bolivia. Entonces decidió cruzar los Andes,
tomar Chile, y luego llegar a Perú en barcos.
El Monumento al Ejército de los Andes en el Cerro de la Gloria está en un parque en la
ciudad de Mendoza, Argentina. Fue diseñado por el escultor uruguayo Juan Manuel
Ferrari e inaugurado en 1914.
El Ejército de los Andes se componía de argentinos como el general San Martín y el
brigadier Juan Gregorio Las Heras, y chilenos como el brigadier Bernardo O’Higgins. Se
dividió en varias columnas, dos principales (una a carga de Las Heras y la otra bajo San
Martín mismo) y otras secundarias, y San Martín también desempeñó una campaña de
desinformación con el resultado que las tropas realistas en Chile no sabían dónde los
patriotas iban a atacar. En el verano de 1817 las columnas del Ejército de los Andes
cruzaron la cordillera sin incidente, llegando no sólo precisamente cuando y dónde
debían, sino listos para luchar (en contraste con el cruce de los Andes que hizo Simón
Bolívar en Colombia poco después—recordemos que el Libertador del norte perdió más
de la mitad de sus hombres por no estar preparados para el terreno). Luego de cruzar los
Andes, San Martín comenzó la campaña de frentes múltiples tan cuidadosamente
planeada de antemano. Su primera victoria en Chacabuco, y la decisiva en Maipú,
liberaron la mayor parte de Chile. La gente de Chile quiso nombrarle a San Martín el jefe
de su nueva nación, pero él dijo que mejor debía ser un chileno y propuso que O’Higgins lo
hiciera.
La Entrevista de Guayaquil y retirada de San Martín
La situación política en Argentina fue complicada con rivalidades entre los líderes de
Buenos Aires y los de otras ciudades que llegaban a la violencia y casi la guerra civil; una
vez que San Martín estuvo en Chile, el gobierno argentino dejó de mandarle apoyo
material para la siguiente fase de la guerra. Pero eventualmente San Martín logró
organizar los barcos y las tropas para la Expedición Libertadora del Perú, y después de
derrotar a tropas realistas en varias batallas, entró en Lima en 1821.
Pero las fuerzas realistas estaban fuertemente establecidas en la zona cerca de Ayacucho,
y San Martín se veía sin fuerte apoyo ni del gobierno argentino (sumido en conflictos
internos) ni el chileno. Y Simón Bolívar acababa de liberar el Ecuador y planeaba su propia
liberación del Perú—había que llegar a algún tipo de acuerdo si los dos ejércitos
libertadores iban a evitar entrar en conflicto entre sí. No sabemos precisamente qué
dijeron cuando Bolívar y San Martín se reunieron el 26-27 de julio de 1822 en Guayaquil:
hablaron a solas, sin testigos, y no tomaron apuntes. Pero después de la Entrevista de
Guayaquil, el general José de San Martín se retiró de sus puestos militares y civiles, y
volvió a la Argentina. Simón Bolívar tomó el mando de todas las tropas y derrotó a las
últimas fuerzas españolas en Sudamérica.
Al llegar a Buenos Aires en 1823, poco después de la muerte de su esposa por una
enfermedad, San Martín encontró la situación política insostenible, y se fue al exilio en
Europa con su hija. Vivió allí muchos años, manteniendo correspondencia y siguiendo
desde lejos los eventos tumultuosos en su patria, hasta su muerte en Francia a la edad de
72.
El Día de la Independencia de la República Argentina se celebra cada 9 de julio.
El 6 de julio de 1826, Bernardino Rivadavia, presidente de las Provincias Unidas del Río de
la Plata, ordenó que el 9 de julio se conmemorase juntamente con el 25 de mayo pues
consideraba que la repetición de estas fiestas irroga perjuicios de consideración al
comercio e industria.
Pero Juan Manuel de Rosas, durante su segundo gobierno, y a punto de celebrar los 20
años de la Declaración de la Independencia, dispuso mediante un decreto promulgado el
11 de junio de 1835, que la celebración del 9 de julio debía hacerse con los mismos
preceptos que el 25 de mayo.
Se reproducen aquí los artículos 1º y 2º del mencionado decreto:
Art. 1º- En lo sucesivo el 9 de julio será reputado como festivo de ambos preceptos, del
mismo modo que el 25 de mayo; y se celebrará en aquel misa solemne con Te-Deum en
acción de gracias al ser Supremo por los favores que nos ha dispensado en el sostén y
defensa de nuestra independencia política, en la que fuese posible, el muy Reverendo
Obispo Diocesano, pronunciándose un sermón análogo a este memorable día.
Art. 2º- En la víspera y el mismo día 9 de julio, se iluminará la ciudad, la Casa de Gobierno
y demás edificios públicos, haciéndose tres salvas en la Fortaleza y buques del Estado,
según costumbre.
Para concluir, no podemos ser un país soberano e independiente, si tenemos desunión
entre nosotros mismos, desde esos tiempos a la actualidad, los caudillismos no funcionan
en una sociedad, quebrada agrietada entre hermanos, tanto en el pasado como en el
presente, debemos responsabilizarnos como cuidadnos y poder trabajar por un nuevo
devenir y un país fuerte, eso fue, en los que pensaron nuestros próceres de antaño, esa
quimera sería ideal.-